Inspiradas en las estampas japonesas “shunga”, las “ Visiones “ de Pedro Uhart no son sólo evocaciones eróticas sino meditaciones líricas sobre la carne. Poco se ve en realidad, el pintor elude la visibilidad cruda del acto sexual y de sus actores (esos sexos orgullosos erguidos hacia esas vulvas entregadas como flores-fuentes en las estampas eroticas).
Lo que veo en estas formas irisadas y enredadas, en estas sedas chorreantes que son tanto los cuerpos de los amantes que los breves destellos de la desnudez, en estas escenas codificadas que sólo los japoneses saben hacer y que descartan la ilusión de lo natural, lo que veo son los trasfondos de connivencia que parecen mirar la escena, esta profunda verdad de la voluptuosidad: una Máscara. La seda es una piel, la piel es una seda. El paisage es un biombo, el biombo es un paisaje. La tez sólo es visible a través de esos pliegues y repliegues que se convierten en carne de lo visible, piel nacida de esta perpetua ocultacion.
El fascinante poder erótico y sensual de la Máscara no consiste en disimular algo, un personaje o un objeto que acabaría con el deseo, pero que revela otra Mascara que insita al deseo los rostros de los amantes, hasta la rama del cerezo en fllor, hasta el río ineluctable, hasta el volcán nevado, hasta el cielo cósmico.
Pedro Uhart, precolombino en su paleta, sus planos vibrantes , su manera de circundar la forma con una línea negra que es la separacion de los tonos de donde surge el espacio, mas que un simple trazo, línea de Máscara por excelencia, encontró en Japón a los “maestros de ceremonia” para quienes el contenido no es forma sino el contenido mismo, maestros de un saber iniciático al que todas las grandes civilizaciones se aproximaron, con esa erudicion los Japoneses de la época Edo construyeron su mundo hasta en sus mas minimos detalles.
Por eso para mí, estas “Visiones japonesas” tienen el poder de los iconos.
Yves Belaubre
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